jueves, 24 de noviembre de 2011

¿Habría llegado la hora?

Este poema lo escribí en segundo año, en la hora de lengua. La profesora nos dio 2 versos y eran los siguientes "En la dulce fragancia, de mi alegre pasado", debíamos seguirla a partir de ahí, pero yo lo modifiqué un poco. La profesora no se mostró molesta en lo absoluto por este cambio que hice.
En la agria fragancia
de mi triste pasado
recuerdos de mi infamia
me están enredando.

Aún no se fue el invierno
y la primavera oculta está,
mi corazón se siente ajeno
mientras los recuerdos en mi se van.

¿Estaba yo dormido?
Me preguntaba a mi mismo
Me sentía perdido
mientras entraba en mi propio abismo.

Siento que mi corazón se detiene
y que mi mente se estremece,
que mi alma se entristece,
y que mis ojos se enceguecen.

¿Habría llegado la hora?
¿Me vendrá a buscar?
¿Estará cerca mio ahora
o simplemente es una etapa mas que pasar?

miércoles, 23 de noviembre de 2011

El Visitante

Estaba en mi casa, cuando escuché que la puerta de entrada se abría, yo estaba en la sala, solo, como siempre. Cuando fui a la entrada, la puerta estaba entreabierta y de repente, todo se veía más oscuro y frío de lo normal. Al instante, mientras volvía a la sala, sentí ese frío otra vez, me recorrió el cuerpo entero, pero esta vez, era más intenso, tan intenso que me paralizó por unos minutos, no se de donde vino, pero así como apareció, desapareció. Me aterroricé tanto que corrí a mi habitación y me senté en mi cama. En mi mente entró una confusión que me hizo recordar, tampoco sé porqué, muchas cosas y una de ellas fueron mi esposa y mi pequeña Lucy y eso lleno mis ojos de lágrimas. Mi corazón se estremeció, mis ojos se enceguecieron y mi alma, las llama desesperadamente, volví a sentir esa depresión, esa enorme tristeza, ese vasto abismo que me había cubierto con sus tétricos barrotes de agonía, esas sensaciones que llegaron, el día que ellas se fueron.
Mi corazón late cada vez mas lento, y mi mente me pide parar con este dolor. Sin pensarlo más fui al baño, rompí el espejo y tome el primer trozo de vidrio filoso que encontré. En ese momento, antes de cruzar la línea que separa la vida de la muerte, mi corazón se detuvo por completo. Ahí entendí que quien abrió la puerta, no fue el viento, sino la muerte.


La Muerte es imparcial para todos, no distingue, no discrimina y definitivamente todos tendremos un encuentro personal con ella.